Un
dos
Oigo
mis acompasados pasos, un dos,
en
una fresca mañana de domingo
en
la que la soledad ha engullido las calles
vomitando
flores secas amarillas.
Un
dos
Suena
una campana helada que invita
a
los orantes a cumplir su ineludible cita
a
crucificar su rostro de espaldas a la crucifixión de otros
a
arrodillarse en madera
cuando
es piedra la que ensangrienta las rodillas ajenas.
Un
dos
Oigo
mis pasos cansados en esta ardiente ciudad desierta
Un
dos
Es
domingo. Un domingo cualquiera.
Y
de no ser cualquiera sería cualquier domingo. Cualquiera.
Checha,
5 de junio de 2017
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