EL ASNO DE ORO (APULEYO) Y OTRAS
METAMORFOSIS
BICHOS Y HUMANOS, HUMANOS Y
BICHOS
ADIVINANZA: “ORO
PARECE, PLATA NO ES, EL QUE NO ME LO ACIERTE, TONTO ES”
“….-¿Y es que acaso no parece que retirando los muebles le mostramos que perdemos toda esperanza de mejoría y lo abandonamos a su suerte sin consideración alguna? Yo creo que lo mejor sería que intentásemos conservar la habitación en el mismo estado en que se encontraba antes, para que Gregorio, cuando regrese de nuevo con nosotros, encuentre todo tal como estaba y pueda olvidar más fácilmente este paréntesis de tiempo.
Al escuchar estas palabras de la madre, Gregorio reconoció que la falta de toda conversación inmediata con un ser humano, junto a la vida monótona en el seno de la familia, tenía que haber confundido sus facultades mentales a lo largo de estos dos meses, porque de otro modo no podía explicarse que hubiese podido desear seriamente que se vaciase su habitación. ¿Deseaba realmente permitir que transformasen la cálida habitación amueblada confortablemente, con muebles heredados de su familia, en una cueva en la que, efectivamente, podría arrastrarse en todas direcciones sin obstáculo alguno, teniendo, sin embargo, como contrapartida, que olvidarse al mismo tiempo, rápidamente y por completo, de su pasado humano? Ya se encontraba a punto de olvidar y solamente le había animado la voz de su madre, que no había oído desde hacía tiempo. Nada debía retirarse, todo debía quedar como estaba, no podía prescindir en su estado de la bienhechora influencia de los muebles, y si los muebles le impedían arrastrarse sin sentido de un lado para otro, no se trataba de un perjuicio, sino de una gran ventaja.”
La Metamorfosis (Kafka)
La inmortalidad a través del amor y el conocimiento en El
asno de oro de Apuleyo
Lucio Apuleyo nace en Madura en el año 125 d.C. Pertenecía a una familia acomodada, lo que le permitió realizar estudios de griego y filosofía. Conoció bien la doctrina platónica, que en cierta medida influirá en su obra El asno de oro, sobre todo en el cuento tradicional de Cupido y Psique. La mayor parte de su obra literaria se ha perdido, pero los fragmentos que se conservan son suficientes para delimitar a un autor de amplios conocimientos y de gran habilidad retórica para expresarlos.
El asno de oro,
compuesta por once libros, narra las aventuras de Lucio, que se convierte
erróneamente en asno por arte de magia mediante un ungüento que en principio
debía transformarle en ave. Ya convertido en asno Lucio conoce las penalidades
propias de un animal, pasando por distintos tipos de amos, hasta que finalmente
consigue redimirse a través de la diosa Isis, que vuelve a transformarlo en
hombre mediante la ingestión de una rosa. Este argumento sirve a Apuleyo para
hacer una crítica de la sociedad de su momento que bien podría traspasarse sin
demasiados cambios a la sociedad de hoy en día, mostrando el doble juego moral
de la sociedad, ya que los personajes delante del burro se comportan tal y como
son, de manera inmoral, ysocialmentemuestranunamáscara.
Esto establece ya un primer juego de correspondencias consistente en que hay momentos en los que el burro es más hombre que los propios hombres, ya que Lucio nunca pierde la conciencia de ser hombre, aunque no pueda hablar; y al mismo tiempo, el comportamiento de algunos hombres está por debajo del burro, ya sea a través de engaños, asesinatos, robos, etc.
Esto establece ya un primer juego de correspondencias consistente en que hay momentos en los que el burro es más hombre que los propios hombres, ya que Lucio nunca pierde la conciencia de ser hombre, aunque no pueda hablar; y al mismo tiempo, el comportamiento de algunos hombres está por debajo del burro, ya sea a través de engaños, asesinatos, robos, etc.
Texto obtenido de http://www.lapiedradesisifo.com/2005/11/26/la-inmortalidad-a-través-del-amor-y-el-conocimiento-en-el-asno-de-oro-de-apuleyo/#ixzz2UNQ5XlfI
…. Y a propósito de burros, un breve
cuento infantil:
Había una vez un burro que se llamaba Bruno. Vivía con su
dueño, un hombre mayor llamado Deogracias.
Bruno y su amo iban todos los días al campo a trabajar las
tierras, las cuidaban para que no salieran malas hierbas, araban y sembraban
para luego recoger la siembra.
La labor de Bruno era muy importante, pues gracias a él,
Deogracias no se cansaba tanto, pues era Bruno el encargado de las tareas más
duras.
Hoy, como todos los días, Bruno y Deogracias estaban en el
campo, y mientras su amo descansaba, echándose la siesta bajo un árbol, Bruno
aprovechó para comer algo. Inesperadamente, algo apareció de debajo de la
tierra donde comía Bruno… parecía un topo!!
“¿Pero tú que haces comiendo de mi tierra? burro tonto…
¿no ves que es propiedad privada!?! Vamos! Fuera de aquí!!”, dijo el topo.
Entonces, el burro Bruno contestó: “perdone señor topo,
pero esta tierra es de mi amo, y yo puedo comer todo lo quiera. Desde luego,
que no me voy a quitar, y es más, veo que ha intentado engañarme…”
Entonces, el topo se quedó sorprendido al ver que no había
conseguido engañar al burro, parecía ser más inteligente que otros burros a los
que conocía… pensaba el topo.
“No te enfades burro, que no era mi intención engañarte,
no sabía que esta tierra era de tu amo…“, respondió el topo.
Y Bruno, el burro, le contestó: “me gustaría decirte solo
una cosa topo, no está bien querer aprovecharse de los demás, y tú has pensando
que los burros somos muy tontos, y debo decirte que no es así, y que no hay que
tener prejuicios“.
Así fue como el topo se volvió a meter en su madriguera,
sonrojado y reflexionando sobre lo ocurrido.
Nuestro querido amigo el burro Bruno, le había dado una
lección al topo muy valiosa: no hay que ir engañando a nadie, pues conseguirás
más cosas si eres buena persona y honesto.
FIN
EL BURRO QUE CAGABA PLATA (Pedro Urdemales)
Una vez se encontró Pedro Urdemales un burro, y montando en él se fue
donde un caballero muy rico y generoso que lo tomó a su servicio por un año,
pagándole una moneda de oro cada mes.
Pedro Urdemales y su burro lo pasaron muy bien durante ese tiempo y
engordaron bastante. Concluido el año, Pedro Urdemales, que no había necesitado
gastar nada porque de todo se le daba en abundancia, se encontró con que había
economizado doce hermosas monedas de oro, que cambió por muchas de plata, y no
sabiendo dónde guardarlas, como lugar más seguro se las encajó al burro debajo
de la cola.
Iba pasando Pedro por frente de los jardines del Rey, cuando el Rey lo
divisa y le dice:
— Muy bonito tu burro, Pedro, ¿quién te lo ha prestado?
— El burro es mío, Su Majestad, y mi bueno me ha costado; y no es nada
lo bonito, como otra gracia que tiene.
— ¿Y qué gracia es ésa?— preguntó el Rey.
— Va a verla Su Sacarrial Majestad, — le respondió Urdemales.
Y clavándole las espuelas al burro con toda su fuerza, del doler que le
causara, le hizo largar una ventosidad y con ella salieron unas cuantas monedas
de plata de las que había depositado en la parte consabida.
Pedro le dijo al Rey:
— Ya ve, pues, señor, la layita de burro que tengo, que no hay otro como
él en todo el mundo. El come su pastito como cualquiera otro, pero el pastito
se le vuelve plata.
— Pedro, — le dijo el Rey, — véndeme tu burro.
— ¡Cómo, señor, le voy a vender un burro de esta laya! Fíjese Su
Sacarrial Majestad que cada vez que necesito plata, no tengo mas que montarme
en él y clavarle un poquito las rodajas y al tirito me regala con varias
monedas.
— Véndemelo, Pedro; te daré dos mil monedas de oro por él; es tu Rey
quien te lo pide.
— Por ser mi Rey quien me lo pide se lo venderé, aunque no es negocio:
dos mil monedas de oro es poco para ser dadas por el Rey.
Le mandó dar el Rey a Pedro, dos mil quinientos ducados y el mejor
caballo que se criaba en sus potreros, y en cuanto no más se vio montado, las
enveló ño Peiro que no dejó más que la polvareda .
El Rey hizo que pusieran al burro en la mejor pesebrera y le dieran
bastante pasto y del mejor, y al día siguiente, antes de almorzar, convidó a la
Reina, a los príncipes y a todos los grandes de la Corte para que vieran la
maravilla que había comprado.
Cuando ya estaban todos en los balcones, el Rey en persona montó en el
burro y le clavó las espuelas muy suavemente; el humo, nada. Le clavó las
espuelas más fuertes y entonces el burro plantó un corcovo, levantó la cola y
entre ventosidades y otros excesos despidió hasta unas veinte monedas de plata.
Todos se quedaron con la boca abierta, admirados de ver una cosa tan
extraordinaria. Algunas damas viejas dijeron que era señal de acabo de mundo .
Al día siguiente se hizo la misma experiencia, siempre con buen
resultado, porque el burro largó todas las monedas que le quedaban aún, sin
dejar adentro una ni para remedio.
El Rey estaba tan contento que no le cabía un alfiler . El no sabía que
la minita se había broceado. Así es que cuando al otro día repitieron la
operación, el burro lanzó de todo, menos plata.
Era de ver la rabia del Rey y cómo ordenaba a sus generales que mandaran
tropas en persecución de Pedro, que lo había engañado. Las tropas salieron pero
ya hacía tres días que Pedro había hecho la venta y dos que habla salido de los
estados del Rey.
¿Irían a pillar a esa liebre?
EL REY
MIDAS
Había una vez un rey muy bueno que se llamaba Midas. Sólo
que tenía un defecto: que quería tener para él todo el oro del mundo. Un día el
rey midas le hizo un favor a un dios.
El dios le dijo:
-Lo que me pidas te concederé.
-Quiero que se convierta en oro todo lo que toque - dijo
Midas.
-¡Qué deseo más tanto, Midas! Eso puede traerte
problemas, Piénsalo, Midas, piénsalo.
-Eso es lo único que quiero.
-Así sea, pues - dijo el dios.
Y fueron convirtiéndose en oro los vestidos que llevaba
Midas, una rama que tocó, las puertas de su casa. Hasta el perro que salió a
saludarlo se convirtió en una estatua de oro.
Y Midas comenzó a preocuparse. Lo más grave fue que
cuando quiso comer, todos los alimentos se volvieron de oro.
Entonces Midas no aguantó más. Salió corriendo espantado
en busca de dios.
-Te lo dije, Midas - dijo el dios-, te lo dije, Pero
ahora no puedo librarte del don que te di. Ve al río y métete al agua. Si al
salir del río no eres libre, ya no tendrás remedio.
Midas corrió hasta el río y se hundió en sus aguas.
Así estuvo un buen rato. Luego salió con bastante miedo.
Las ramas del árbol que tocó adrede, siguieron verdes y frescas. ¡Midas era
libre!
Desde entonces el rey vivió en una choza que él mismo
construyó en el bosque. Y ahí murió tranquilo como el campesino más humilde.
MORALEJA
Hay cambios,
trueques, metamorfosis,… por ignorancia, por ambición, por avaricia, por bajos
instintos…Pueden salir bien o mal.
Lo bueno es no
olvidar la enseñanza que trae consigo el cambio.
Checha, 26 de mayo
de 2013
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