HOMENAJE A UN GRAN POETA, SEBASTIÁN
MONDÉJAR PÉREZ
LOSAS SUELTAS
He vuelto tarde a casa. Todos duermen.
A oscuras, me descalzo
y procuro llegar hasta mi cuarto
sin romper con mis pasos el silencio.
Controlo palmo a palmo las distancias;
conozco el sitio exacto en que se encuentran
algunas losas sueltas del pasillo.
Pero en la oscuridad, son como imanes:
las piso, fatalmente, una tras otra.
Mi error, en un principio, me fastidia;
pero después me río de mí mismo.
Qué ignorante me siento, qué ridículo;
qué inepto ante el fracaso de mis cálculos.
Las losas sueltas, vida, nos delatan
aunque no hayamos hecho nada malo.
Llego, vida, contigo,
y me siento culpable por amarte.
Mi culpa es mi perdón, me digo;
mi culpa es compasión por mis deseos:
no quiero que se cumplan.
Te quiero, vida, como soy sin ti;
como serías sin que yo existiera.
Porque eres, vida, efímera;
y yo sigo el camino de mis sueños
(procurando sortear las losas sueltas).
He vuelto tarde a casa. Todos duermen.
A oscuras, me descalzo
y procuro llegar hasta mi cuarto
sin romper con mis pasos el silencio.
Controlo palmo a palmo las distancias;
conozco el sitio exacto en que se encuentran
algunas losas sueltas del pasillo.
Pero en la oscuridad, son como imanes:
las piso, fatalmente, una tras otra.
Mi error, en un principio, me fastidia;
pero después me río de mí mismo.
Qué ignorante me siento, qué ridículo;
qué inepto ante el fracaso de mis cálculos.
Las losas sueltas, vida, nos delatan
aunque no hayamos hecho nada malo.
Llego, vida, contigo,
y me siento culpable por amarte.
Mi culpa es mi perdón, me digo;
mi culpa es compasión por mis deseos:
no quiero que se cumplan.
Te quiero, vida, como soy sin ti;
como serías sin que yo existiera.
Porque eres, vida, efímera;
y yo sigo el camino de mis sueños
(procurando sortear las losas sueltas).
Sebastián
Mondéjar Pérez
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Un breve
comentario a este maravilloso poema:
Sal de la vida y entra en ella, son
esas losas sueltas, desencajadas, descarriladas, alma de junco, que desatan y
delatan pasiones, nuestras graciosas patas que se introducen en ellas.
Terrible enlosador que se empeña en cubrir nuestro suelo, fijar con
rígido y adherente yeso, cuadrícula en mano, la tierra bajo los pies, que, de no soltarse y cavarse, jamás volverá a
abrigar fructíferas semillas.
Vida encajada no es vida, tú te la pierdes. También a mí, a nosotros nos
pierdes, pero ese perder es tuyo. Infame desconocimiento. Pues nosotros, así
perdidos, nos encontraremos.
Una bonita
cita:
“Nunca seré lo bastante
vieja ni lo bastante cobarde como para no volver a empezar de nuevo y con las
manos vacías”
Maria Aurelia Campany
Y el cello
llorón de Bach:
Checha, 25
de enero de 2013
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