martes, 8 de noviembre de 2011

LA SONRISA DEL GATO RISÓN


Flores cantarinas que bailan, picaportes hablantes, orugas fumadoras , reinas de naipes que luchan por el poder….
Este es el país imaginario salido de la mente de una imaginativa niña que se niega a penetrar en la absurda lógica del mundo de los adultos, reivindicando la existencia de otros mundos posibles, menos alienantes y estrechos.
      Lewis Carrol nos ofrece páginas cargadas de asombrosas y seductoras imágenes, pero ninguna tan sorprendente como la sonrisa del gato risón.  Ya estamos acostumbrados a enfrentarnos a los animales personificados de los dibujos, que hablan, ríen y lloran, todas las fábulas están llenas de ellos.
Sin embargo, ¿ no es asombrosa la imagen de la sonrisa de un gato sin gato?, ¿de un gato que se oculta tras su sonrisa e incluso llega a desvanecerse convirtiéndose en ella?. No hay nada que atente más directamente a nuestro sentido común, el de los adultos, claro.
Hemos recibido de nuestros antecesores esa definición de ser humano como animal racional, capaz de formular pensamientos abstractos por medio del lenguaje, etc, características estas que en muchos de nosotros parecen estar adormecidas, pero, ¿qué me dicen de la capacidad humana, propiamente humana, de sonreir?.
     La sonrisa forma parte de un lenguaje, no sólo capaz de transmitir pensamientos más o menos abstractos, sino además de expresar emociones con mucha más intensidad que cualquier signo lingüístico: amistad, complicidad, acercamiento, pertenencia…
    Sentada frente a mi gato lo miré y me dije, ¡es un gato listo!, ha aprendido a no husmear en la comida ajena, a utilizar la arena para sus necesidades, a pasearse por estantes con exquisito cuidado de no romper nada, a abrir pestillos y picaportes de mi casa, incluso a  anteponer su necesidad de caricias a  comida y bebida,.. pero mi gato no sonríe, jamás aprenderá a sonreir.
    En ocasiones lo observo enternecida por su mirada grande y limpia, por su rostro inocente, y lo abrazo con una sonrisa esperando complicidad, que me devuelva ese regalo.  Sigue mirándome y caigo en la cuenta de que estoy en el mundo equivocado. Cierro los ojos y me transporto a ese país donde está el gato risón, me sonríe.

                              Checha, 8 de noviembre de 2011

2 comentarios:

  1. Estoy segura de que a Leo le gustaría leer esta entrada, y aunque no te sonriera seguro que te guiñaría un ojo,¡menudo es!... con lo que tú lo quieres...¡y él a ti!. Besicos.

    ResponderEliminar
  2. Ayer te respondí con un comentario, que misteriosamente ha desaparecido. Repetimos:
    Hay otra manera de que el gato sonría, y es probando el suculento pastel de pasta flora que has publicado en tu blog. No es por nada, pero si yo lo probara sonreiría tanto como el gato o más. Un abrazote

    ResponderEliminar