Nuestro
cuerpo,
nuestro
espíritu
fluyen
en permanencia,
con
sutileza,
bravura,
premura
y
estricta diligencia.
En
la creencia soñamos
que
algo es fijo,
alicatado,
nos
ampara y nos acoge,
una
cuerda donde asir,
un
consuelo a recibir,
un
apacible estado.
Mas
el sostén parmenideo
se
nos va resquebrajando,
llega
el río que no vuelve,
el
“panta rei” del que observa
que
nada es lo que era,
y
el segundo va pasando.
Heráclito
complacido
de
ver la marcha de todo,
de
un minuto ahora nacido,
del
segundo perecido.
En
ciernes vagamos
esperando
un mañana
ya
vapuleado
por
el azar,
por
el hado.
Pues
la vida es y no es,
quizás
sea su sinsentido
o
su más cierto camino.
Checha,
1 de marzo de 2019
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