martes, 25 de diciembre de 2018


Dolor dolido


Inexcrutable, inconmensurable,
incompartible, el dolor.
Si el dolor medir pudiera,
si existiera ese listón
que estipular permitiera
el umbral de lo exhausto
o la leve incomodidad
que por costumbre
y permanencia
ni ya duele
ni exaspera…


dolería más el dolor,
la mente transformaría
en insoportable angustia
lo doliente,
cruel desgarro,
desahucio de la vida,
muerte y deseo
de desatar el amarro
y emprender la dulce huida.


Pero sabio es nuestro elemento,
nuestra duda, incertidumbre,
de no saber lo que es cierto,
que hace imposible comparar
o ufanarnos de que el nuestro
es mayor mal que el del otro,
mas flagrante,
más lamentable y penoso,
más desolador o yerto.


Comprendemos así al tú,
así repartimos lamentos
partimos laceraciones,
abrazamos las tristezas,
las fatigas y tensiones,
que el otro ya no soporta,
convirtiéndonos en bastiones
de fuerza y de valentía,
refugio y hasta alegría
de la pena
que a nuestra puerta llama
en busca de compañía.


Apretando en nuestro pecho
nuestras heridas sangrantes,
nos convertimos en peña
siendo arena desierta
anhelante
deshecha.


El otro se vuelve tú
y tu abandonas tus penas
hasta mañana,
hasta nunca,
hasta encontrar otro yo
que hoy pueda ser tu piedra,
tu escollo
 abrazo y consuelo,
un redentor redimido
con mirada de desvelo,
débil y vigorosa
roca caliza
que llora en la sombra
y esconde su mala dicha.


Checha, 24 de diciembre de 2018

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