martes, 27 de noviembre de 2018


Círculos dantianos



Descendí por los nueve círculos
del infierno dantiano.

Cada paso aplastaba mi cabeza
como un tonel de argamasa.
La triste amargura embargaba
mi caminar cansino.
La desesperación instaba
a caminar más rápido,
a hallar sin tregua
el final del dolor.
La tristeza, negra compañera,
seguía mis pasos
pese a mi rechazo y pena.
La desolación inundaba
de soledad punzante
mi firme espíritu caminante.
La incomprensión no entendía
de razones, de citas o de opiniones,
lacraba mi razón aún encendida.

Y conforme descendía
iban apareciendo
más y más círculos,
interminables,
execrables,
que dañaban mi corazón ardiente
y le hacían desear la muerte.

Cuando al fin llegué al pozo,
al círculo más profundo,
a ese hoyo negro y tosco,
el dolor era tan grande
extremo y extenuante
que dejó de ser dolor.
Una extraña indiferencia
se apoderó de mi alma,
cansada
dolida,
apaleada.
No podía caer más hondo.
No podía sentir más bajo.
No había lágrimas
en mi llanto.
El duelo era destino,
asumido y consumado.

Y así fue como descansé
en los suaves brazos
del silencio más profundo.

Checha, 27 de noviembre de 2018


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