martes, 28 de noviembre de 2017

Un sueño



Me ahogo, me asfixio. Despierto sudando.
Había construido yo una piscina de goma magnífica. Se componía de montones de tubos que repartían el agua por toboganes, norias y barcas. Excelsa ingeniería.
Fue el impulso, ese que te hace hacer antes de que puedas o debas, la alegría que te ciega, lo que me hizo invitar a la gente a destiempo.
Una avalancha de personas se repartió por todas partes y comenzó a disfrutar las atracciones de la piscina.
En esto ví abrirse dos tubos que chorreaban agua hacia lo alto. Es un desastre, pensé horrorizada. La gente va a morir.
Me dispuse a echarlos a todos. Gritaba hacia fuera pero mi voz callaba. No conseguía articular palabra. Vete, vete, aullaba mi voz muda. Intenté empujarlos a la salida, pero mis brazos habían perdido toda su fuerza, eran como gomas elásticas, incapaces de cualquier presión.
Cuanta más rabia y pavor sentía, cuanto más gritaba en voz muda, más gente había. Se multiplicaba.
De pronto me encontré sola con cuatro personas. Intenté explicarles, pero no escuchaban. Sí, al manicomio, oí decir. Mi rostro se desencajó, mis palabras mudas volaban por el aire de la desesperación y angustia.
Nadie me escuchó.
Me encerraron.
Desperté con angustia, llanto e impotencia.

Checha, 28 de noviembre de 2017



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