Nada
Intentó
abrir los ojos, pero una capa enmarañada se lo impedía. Volvió a
cerrarlos y sintió punzadas agudas hacia adentro, como agujas
afiladas. Se asustó. Cuando por fin pudo desprender sus pestañas se
percató de que una telaraña espesa le impedía el movimiento.
Susurró: dios mío, mis ojos. Nadie podía oirla. Lloró. Lloró
tanto que el agua fue disolviendo los enredados hilos y pudo
vislumbrar a duras penas la habitación oscura.
Acertó
a ver una enorme araña posada en su nariz. Gritó. Nadie la oía. La
aprisionó con todas sus fuerzas, y a base de tirones consiguió
desprender toda la tela. Abrió los ojos y los volvió a cerrar.
Ahora nada le impedía que los abriese, pero no quería. ¿Para qué?-
pensó. Hoy será igual que ayer. Una fuerte punzada arreció su
corazón.
Checha
5 de agosto de 2017
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