domingo, 1 de noviembre de 2015

EL RETRATO

EL RETRATO



- No está mal del todo- pensaba mirando alternativamente la foto de su hija y el dibujo que acababa de terminar. Para ser la primera vez, se trae un aire, ese aire risueño y desenfadado, inconfundible...
Pero hay algo que le falta a esta suerte de muñeca- sintió de repente-, le falta, le falta...,-y miró con firmeza la foto a color- ¡eso es!, le falta color, ¡vida!.
Cogió el dibujo y se dirigió a la fotocopiadora. No pensaba repetirlo. Daría color a la fotocopia, igual que en esas fotos antiguas.
Pasteles, sanguina, incluso grasienta cera utilizó para remarcar las ondulaciones del cabello trigueño.
- ¿Está Paco?
- Está en el estudio, pero si quieres lo llamo. ¿Eres Inés?.
- Si, soy yo, ¡hola Isabel!
- ¿Inés?
- Paco, perdona que te moleste- dijo con tímida voz. Me gustaría que vieras un dibujo. ¿Te puedes pasar?.
En realidad le avergonzaba que el pintor lo viera, pero, ¿acaso no se había ofrecido a corregir sus dibujos?. Este sería el primero.
No hizo comentarios. Paco era demasiado prudente. Sin duda no le había gustado. Le pidió una goma de borrar, carboncillos y unos pasteles rojizos.
Trazo aquí, borrón allá, desdibujó el rostro, lo ensanchó, seguía borrando, emborronando. La goma- decía- es básica para dibujar. Sombreó intensamente los párpados superiores e inferiores con el carboncillo, dio unos toques de goma en ambas pupilas y surgió la luz en aquellos yertos ojos. Cogió entonces un pastel grana y, para sorpresa de Inés, realizó unos trazos en el cuello. Siguió tiñendo el cuello con trazos cada vez más intensos. Así tienes que trabajar, concluyó. Inés quedó boquiabierta ante un dibujo manchado, que había perdido la dulce sonrisa de su hija , si bien alcanzando un nuevo grado de ser. No, aquella no era su hija. Sabía de sobra que sólo a ella pertenecía su sonrisa. Escondida en su cerebro había guiado sus manos hasta conseguir plasmarse en aquella cartulina, y ahora, el mejor retratista que conocía, la había desdibujado, entristecido, destrozado.
Tampoco Inés comentó nada. Ya a solas pensó ¡qué horror!, ¿por qué lo habrá hecho?.
Decidió que recuperaría a la chica. Aprovechando la vida que ahora había en sus ojos, devolvería la alegría a los entristecidos labios de Carmen.
Era ya de noche cuando encontró un rato para trabajar. A duras penas logró eliminar buena parte del intenso carmín del cuello, pero resultaba casi imborrable. Se aplicó entonces a la comisura de los labios, la borró y volvió a trazar innumerables veces. No lo conseguía. Sentía verdadera rabia por no poder volver a recuperar la expresión que habitaba su mente, a la que ahora desobedecían sus manos. Rendida, de madrugada, optó por ir a dormir.


Al principio era un leve gemido. Aguzó el oído y acertó a escuchar: ma-má. El gemido pronto se transformó en un estertóreo aullido: ¡Mamá, me asfixio!. Inés comenzó a jadear. Las palabras se ahogaban en su garganta, convirtiéndose en pegajosas flemas que hacían inaudible el llanto de sus ojos. ¡Carmen, hija!, ¡Carmen!. El rostro de la chica, inflamado y enrojecido, gritaba de sordo dolor.
¡Caaaarmen!, gritó esta vez abalanzándose por la escalera. ¡Dios mío!, ¡Dorian Grey!, ¡el retrato!. Corrió sin aliento a buscar el borrador. ¡Una goma!, ¡una goma!, gritaba. Sus manos nerviosas comenzaron a borrar con todas sus fuerzas. ¡Tengo que apagar ese fuego!, ¡más!, ¡más!. Borraba poseída de angustia y terror. ¡Carmen se ahoga!, ¡las clases de guitarra la están asfixiando!. ¡He de eliminar ese maldito rojo!. Las virutas de goma se acumulaban sobre el retrato. ¡Más blanco!, ¡más blanco!, sollozaba. Y ahora la boca.¡Sonríe hija, sonríe!, y alzaba con trazos las comisuras de los labios.
Un dolor seco en el pecho la hizo despertar. Tenía el cuerpo empapado y su manos empuñaban la sábana tensándola. Alguien encendió la luz. ¡Mamá!, ¿qué te ocurre?.
¡Carmen!, ¿dónde está Carmen?, susurró Inés.
- Carmen duerme, mamá. Anda, dame un abrazo. Estás tiritando.
Al calor de los brazos de su hijo Inés quedó dormida.
Por la mañana, nada más despertar miró el retrato. Descolgó el auricular: ¿está Paco?. Lo siento, Inés, está acostado. Un nuevo ataque de asma.

                    Checha, 1 de noviembre de 2015


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