EL RETRATO
- No está mal del todo- pensaba mirando alternativamente la foto de
su hija y el dibujo que acababa de terminar. Para ser la primera vez,
se trae un aire, ese aire risueño y desenfadado, inconfundible...
Pero hay algo que le falta a esta suerte de muñeca- sintió de
repente-, le falta, le falta...,-y miró con firmeza la foto a color-
¡eso es!, le falta color, ¡vida!.
Cogió el dibujo y se dirigió a la fotocopiadora. No pensaba
repetirlo. Daría color a la fotocopia, igual que en esas fotos
antiguas.
Pasteles, sanguina, incluso grasienta cera utilizó para remarcar
las ondulaciones del cabello trigueño.
- ¿Está Paco?
- Está en el estudio, pero si quieres lo llamo. ¿Eres Inés?.
- Si, soy yo, ¡hola Isabel!
- ¿Inés?
- Paco, perdona que te moleste- dijo con tímida voz. Me gustaría
que vieras un dibujo. ¿Te puedes pasar?.
En realidad le avergonzaba que el pintor lo viera, pero, ¿acaso no
se había ofrecido a corregir sus dibujos?. Este sería el primero.
No hizo comentarios. Paco era demasiado prudente. Sin duda no le
había gustado. Le pidió una goma de borrar, carboncillos y unos
pasteles rojizos.
Trazo aquí, borrón allá, desdibujó el rostro, lo ensanchó,
seguía borrando, emborronando. La goma- decía- es básica para
dibujar. Sombreó intensamente los párpados superiores e inferiores
con el carboncillo, dio unos toques de goma en ambas pupilas y surgió
la luz en aquellos yertos ojos. Cogió entonces un pastel grana y,
para sorpresa de Inés, realizó unos trazos en el cuello. Siguió
tiñendo el cuello con trazos cada vez más intensos. Así tienes que
trabajar, concluyó. Inés quedó boquiabierta ante un dibujo
manchado, que había perdido la dulce sonrisa de su hija , si bien
alcanzando un nuevo grado de ser. No, aquella no era su hija. Sabía
de sobra que sólo a ella pertenecía su sonrisa. Escondida en su
cerebro había guiado sus manos hasta conseguir plasmarse en aquella
cartulina, y ahora, el mejor retratista que conocía, la había
desdibujado, entristecido, destrozado.
Tampoco Inés comentó nada. Ya a solas pensó ¡qué horror!, ¿por
qué lo habrá hecho?.
Decidió que recuperaría a la chica. Aprovechando la vida que ahora
había en sus ojos, devolvería la alegría a los entristecidos
labios de Carmen.
Era ya de noche cuando encontró un rato para trabajar. A duras
penas logró eliminar buena parte del intenso carmín del cuello,
pero resultaba casi imborrable. Se aplicó entonces a la comisura de
los labios, la borró y volvió a trazar innumerables veces. No lo
conseguía. Sentía verdadera rabia por no poder volver a recuperar
la expresión que habitaba su mente, a la que ahora desobedecían sus
manos. Rendida, de madrugada, optó por ir a dormir.
Al principio era un leve gemido. Aguzó el oído y acertó a
escuchar: ma-má. El gemido pronto se transformó en un estertóreo
aullido: ¡Mamá, me asfixio!. Inés comenzó a jadear. Las palabras
se ahogaban en su garganta, convirtiéndose en pegajosas flemas que
hacían inaudible el llanto de sus ojos. ¡Carmen, hija!, ¡Carmen!.
El rostro de la chica, inflamado y enrojecido, gritaba de sordo
dolor.
¡Caaaarmen!, gritó esta vez abalanzándose por la escalera. ¡Dios
mío!, ¡Dorian Grey!, ¡el retrato!. Corrió sin aliento a buscar el
borrador. ¡Una goma!, ¡una goma!, gritaba. Sus manos nerviosas
comenzaron a borrar con todas sus fuerzas. ¡Tengo que apagar ese
fuego!, ¡más!, ¡más!. Borraba poseída de angustia y terror.
¡Carmen se ahoga!, ¡las clases de guitarra la están asfixiando!.
¡He de eliminar ese maldito rojo!. Las virutas de goma se acumulaban
sobre el retrato. ¡Más blanco!, ¡más blanco!, sollozaba. Y ahora
la boca.¡Sonríe hija, sonríe!, y alzaba con trazos las comisuras
de los labios.
Un dolor seco en el pecho la hizo despertar. Tenía el cuerpo
empapado y su manos empuñaban la sábana tensándola. Alguien
encendió la luz. ¡Mamá!, ¿qué te ocurre?.
¡Carmen!, ¿dónde está Carmen?, susurró Inés.
- Carmen duerme, mamá. Anda, dame un abrazo. Estás tiritando.
Al calor de los brazos de su hijo Inés quedó dormida.
Por la mañana, nada más despertar miró el retrato. Descolgó el
auricular: ¿está Paco?. Lo siento, Inés, está acostado. Un nuevo
ataque de asma.
Checha, 1 de noviembre de 2015
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