CARTA DE AMOR
Queridísima
cama:
Cada noche
que paso sin ti es un suplicio insoportable. Ahora que no te tengo aquí conmigo
para arroparme cada mañana, me he dado cuenta de lo mucho que te echo de menos.
En este
instante estoy escribiendo en un andrajoso saco de dormir, sobre el duro suelo,
en la casa de campo de mis abuelos, al tiempo que recuerdo cómo era tu suave
textura bajo mi piel.
Cada mañana,
al abrir los ojos, me acomete tal dolor, que me arrepiento de no haberte traído
conmigo, aunque los dos sabemos que eso es imposible, ¡imposible en casa de mis
abuelos!.
Aquí llueve
todos los días, y yo me quedo absorta, mirando por la ventana, tan embobada,
que no sé bien dónde esconderme de este frío que siento.
Este fin de
semana, mis padres y yo volvemos a la ciudad, y no quepo en mí de las ansias de
volver a pasar una noche contigo, porque eres todo para mí, mi reposo.
Volveré a
comenzar el día con una sonrisa satisfecha, a sabiendas de que te veré de nuevo
en breve. Te prometo, cama mía, que un día nos encontraremos y no pasarán dos
noches seguidas sin nuestro abrazo nocturno.
Realmente,
no creo que pueda ser feliz sin ti.
Ahora me
despido, a la espera de una noche que de seguro, será terrible sin tu calidez
envolvente.
Con todo mi
cariño
Tu bella
Durmiente.
Raquel Marín Guillén
Esta
graciosa carta la ha escrito mi hija Raquel, de quince años, a la que debo
tanto, como ella a su cama.
A decir
verdad, yo también podría escribir semejante misiva a la mía. Nos parecemos
demasiado.
Checha, 1 de
octubre de 2013
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