LIBERTAD Y NECESIDAD
En la vida
diaria, la libertad se tiene más como una aspiración que como una realidad
posible. Esta falsa creencia hace que la conducta de los individuos siempre
esté minada de trampas, que no pocas veces se enmascaran en la necesidad, que
coartan la libertad misma y perpetúan la esclavitud.
Así está, por ejemplo, el
trabajador que no apoya una huelga en defensa de sus derechos con el pretexto
de que tiene hijos que mantener; el escritor que se somete a las líneas
editoriales y rinde culto al argumento y a la trama para obtener las regalías de
su publicación, premio o consideración mediática renunciando a sus ideas acerca
de la escritura, o los gobiernos que cierran ambulatorios en pequeños pueblos
porque no son rentables.
Toda relación – laboral
[trabajador-patrón], literaria [escritor-lector], etc.- exige un compromiso
ético con el otro cuya cláusula fundamental para su extinción es la libertad y
no la necesidad. De este modo, los patronos no pueden pretextar salvar su
empresa y salvarse ellos, sin contar con sus trabajadores y prescindiendo de
ellos, de cuya plusvalía han vivido y hasta se han enriquecido sin hacerles
partícipes de sus beneficios; los gobiernos no pueden abandonar a los
ciudadanos para salvar a la economía o los escritores traicionar al lector y a
sus principios estéticos, para ganar dinero o fama. Salvarse por su lado en
nombre de la necesidad sin contar con el otro es, en definitiva, un
gesto egoísta y censurable.
Quiero decir, que la necesidad
como fundamento de una acción o decisión que afecta a la vida de las partes
comprometidas en un vínculo no es sino una trampa más que conduce a los
individuos y a los pueblos al fracaso, no así la apelación a la libertad, la
cual al tener una vía de doble sentido, desdeña traiciones, engaños,
corrupciones, ambiciones, egoísmos, etc., y a la vez exige coraje, valentía,
generosidad, capacidad de renuncia y fuertes convicciones éticas para dar
coherencia, sentido y, consecuentemente, felicidad a la vida de las personas.
Quiero decir que tanto la fundación del vínculo como su extinción son actos que
nacen de la libre voluntad de sus actores. Todo esto también cabe para las
relaciones interpersonales, de amistad, de pareja, porque todo, absolutamente
todo, contribuye a lograr la dicha o la miseria de la sociedad y de cada una de
las personas.
Puesto que
me veo impedida de enviar un comentario a este bonito escrito de ANTONIO TELLO,
de cuyo blog soy seguidora, lo haré desde aquí:
Hablar de libertad es muy peliagudo. Hay
muchos tipos de libertad y ninguno se adecua a la libertad radical que todos
anhelaríamos. Libertad esencial
(limitada por nuestra genética), vital (limitada por la educación recibida y el
ambiente), de acción (limitada por las posibilidades de facto), de pensamiento
(condicionada por nuestra cultura), de expresión (limitada por leyes, política
y nuestro propio miedo a las consecuencias). La única condicionada libertad de
la que podríamos jactarnos y deberíamos usar sin paliativos, es la de “elección”,
sustentada en la de conciencia.
Pero, si bien es cierto que estamos
condicionados, también lo es, que ello no nos exime un ápice de “ser humanos”,
esto es, de hacer uso de nuestras capacidades y posibilidades en todo momento.
La cómoda visión determinista, aún más problemática que el concepto de
libertad, nos refugia en la comodidad, el miedo….nos pone en situación de
aceptar cualquier injusticia, a la par que acallamos nuestra conciencia: “no
tengo más remedio”, “mi reputación, mi familia, mis hijos, la situación….. me
obliga”.
(Os
recomiendo la lectura de E. Fromm, “El miedo a la libertad”).
Contaré una anécdota:
Leo, mi
gato, estuvo enjaulado casi un año, tras varias operaciones por una fractura de
pata.
Cuando por
fin el veterinario nos dio la venia para dejarlo suelto, abrí la jaula de par
en par.
Leo no
salió. Lo llamé varias veces, lo insté a salir ofreciéndole comida, pero
permanecía dentro. Esperé mucho, un largo rato sentada a su lado, para
inspirarle confianza, hasta que por fin, decidió asomar su patita fuera de la
jaula.
Estamos hablando de algo real, de MIEDO. Leo
sabía que dentro de la jaula no lo iban a sedar, sajar, vendar, martirizar de
dolor,…….., pero desconocía que si se hubiera quedado en la jaula, se hubiera
convertido en un gato monstruoso, incapaz de andar, con obesidad mórbida y
múltiples problemas de salud, que lo hubieran conducido en poco tiempo a la
muerte.
La muerte
está ahí, para todos, y lo más grave que nos puede ocurrir (en la mayoría de
los casos), es dejar de existir. Todo lo demás está muy por debajo de esta
realidad, y la jaula no nos protege, ¡nos engaña!.
Leo salta,
corre, se pone en peligro, arriesga un nuevo golpe en la pata herida, pero,
¡esto es la vida!, tres años disfrutando de su existencia como gato, mejor que
siete convertido en monstruo con aspecto gatuno.
Checha, 29
de enero de 2013
Lero tiene mucha suerte de teneros como amos, aunque dicen que con los gatos es al revés, él es vuestro amo... Un besico!.
ResponderEliminarLeo no Lero! esa ere se ha colao!
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