domingo, 13 de noviembre de 2011

EL MARIDO DE LA INO METE LA PATA

  Aunque la Ino es dura, durísima, alguna vez cae enferma, y hasta tiene que guardar cama. Esto último es una verdadera tragedia, pues la Ino cuida de todos, pero, ¿quién cuida a la Ino?.
   Vive con su marido, un hombre callado y serio, ensimismado, muy religioso, y que tiene la etiqueta de “buena persona”. ¡Vaya con los buenos!, piensa siempre la Ino, ¡lo preferiría malo y que se preocupara un poco por mí”. La Ino está convencida de que su marido no la quiere. Comparten espacio, pero tienen vidas partidas. La Ino estaría dispuesta a seguir siendo su esclava, lavándole, planchándole, cocinándole……. , a cambio tan sólo de que rompiera su silencio, de que alguna vez tuviera algo que comunicarle, algo que la despertara de su letargo o la hiciera reir. ¡El silencio mata a la Ino!.
   Hace tiempo que su marido padece eso que antes se llamaba “chochez” y ahora, más finamente demencia senil o incluso alzheimer (“alcimer”, como dice la Ino).
   La Ino no pudo ir a la escuela. Yo me río mucho cuando me cuenta alguna noticia que ha escuchado por la tele: “dicen que han llegado 60 inmigrantes en panteras”, me cuenta. ¡Qué miedo!, le digo, ¿las dejarán sueltas por ahí y nos devorarán?. No entiende la ironía, se lo explico , y nos echamos unas risas. Le saco carcajadas y la saco por unos instantes de la amargura que desprenden sus labios. Entonces se pone a tono y me cuenta.

          Pues el otro día, cuando me tuve que meter en la cama porque “no podía tirar con mi alma”, se sienta mi marido en el bordillo de la cama a abrocharse los zapatos y ¡plas!, la pata se rompe y nos caemos los tres.
“Termina de abrocharte los zapatos- le digo- y haz el favor de ir al carpintero de ahí enfrente y que venga lo antes posible a arreglar la pata”.Se va, cruza la calle y se mete en el local ( la supuesta carpintería). “Tienen que venir urgentemente a mi casa. Mi mujer me ha dicho que les avise de que se le ha roto la pata”. ¿La pata?, pregunta el encargado de la ortopedia, pero ¿Cuál, la derecha o la izquierda?. Pues no lo sé, contesta mi marido, el caso es que está por el suelo.
El ortopedista se asusta y acompaña a mi marido.
Yo, desde el sofá, donde estoy tumbada y tapada hasta las orejas para calmar las tiritonas, los oigo llegar.
Mi marido, muy diligente, acompaña al ortopedista a la habitación y le enseña la cama derrumbada.
Pero, ¿y la señora?, pregunta. Pues no sé, pero la pata es esta, contesta mi marido levantando la pata del suelo. ¡Yo soy ortopedista, señor, no carpintero!. Ah!!!, perdone, perdone, contesta mi marido.

    La Ino , desde el sofá, no daba crédito a sus oidos. Cubre con la manta la pequeña parte de su rostro que aún quedaba visible y espera callada a que su marido resuelva la bochornosa situación. No sabemos lo que haría debajo de la manta, si reir o llorar.



                                      Checha, 13 de noviembre de 2011

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