Peldaños
Cuán altos los peldaños,
cuán extraña la empinada escalera.
Desde abajo veía
cómo se iba estrechando,
retorciendo,
ilusiones ópticas, creía.
Subir, subir,
tal vez sucumbir.
Peldaño a peldaño,
piernas engarrotadas,
peldaños más grandes,
más grande quizás el fracaso.
Subir, subir,
llegar al rellano,
peldaño a peldaño,
sentí que no terminaban,
se multiplicaban
los malditos escalones,
estribos infinitos
de piedra,
de losa,
de duro mármol
o falsos tablones.
Agarréme a la baranda,
cansada y exhausta,
la abrazaba y
apretaba,
alzaba los pies
que se deslizaban lentos
lentamente torpes,
lentamente lentos,
siguiendo la marcha.
Llegada a lo alto,
me paré por fin
y me di la vuelta,
mirando hacia abajo
murmuré a los vientos:
hasta aquí he llegado,
de aquí no me bajo,
mas no olvidaré el trabajo
inmenso y despiadado,
duro y desesperanzado
de este ingrato tramo.
Checha,
16 de diciembre de 2018
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