domingo, 9 de diciembre de 2018


Huele



Huele a tierra mojada,
a finas agujas de pino,
a hojas húmedas y secas
que esconden en su manto
esas setas
fibrosas, sabrosas,
graciosamente nacidas,
sin mano que las plantara.

Y huele a café molido,
ese aroma
que arrecia las ganas
de degustar trago amargo
de adentrarse en el mundo
de recuerdos escogidos,
calor, abrigo y amparo.
El de mi madre sabía
a las gazanias de mayo
que me despertaban
y azuzaban
a ir a darle mi trago.

Y huele a las monas de la dora,
tan blanditas
tan dulces y esponjosas,
fueron mi niñez de pueblo,
un olor que huele a comba
y a colchón de lana
y a la manzanilla de mi abuela,
que en la cama
sorbo a sorbo,
lentamente
desentumecía mis huesos
y alegraba mi mañana.

Y huele a libros impresos,
que impregnaban mi estancia,
los olía y los olía,
hubiera dado mi vida
por que cerrados se mantuvieran
y así algo me enseñaran.


Y huele a gasolina fresca,
sin motores que la quemen,
sin los gases que destruyen
mundos, hombres y galaxias,
oler y no más que oler,
regocijarme en la esencia
que me atrapa
que me llama.

Y huele a ti, a mamá,
la que me cubre con mantas,
la que vela mis problemas
y siempre concilia penas.
Tú, mi madre adorada

Checha, 9 de diciembre de 2018

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