domingo, 11 de febrero de 2018


Sincretismo lingüístico



Señoros y señoras,
miembros y miembras,
portavozos y portavozas......

Me veo en la obligación de comunicarles que todo esto es un descalabro.
Fuera de todas las chanzas que sin duda ha merecido, con toda la razón, este uso absurdo e incorrecto del lenguaje, me gustaría apuntar que los ministros (y ministras, jajaja) de igualdad deberían utilizar su valioso tiempo en algo más productivo que destrozar la lengua.

Cierto es que hay determinadas palabras, sobre todo las referentes a oficios que tradicionalmente solo ocupaban los hombres, que si se feminizan adquieren un cariz más acorde con la realidad.
Dicho lo cual, todo el resto es falacia.
La mayoría de las palabras son polisémicas, y la razón última de ello no es otro que la economía de la lengua.


Si en español el plural es masculino, en aleman es femenino, y los hombres no se rasgan las vestiduras por despecho, aunque nos lleven lustros en su lucha contra el sexismo.
Se trata simplemente de una norma lingüística que favorece la livianidad, la ligereza, la fluidez, que es a lo que tiende toda lengua.

El sincretismo es clave a la hora de definir una lengua. El lenguaje tiende al ahorro y a la economía. No podemos apelmazar, atiborrar, convertir nuestro discurso en farragoso, cuando en realidad se trata de aligerarlo, de darle flexibilidad y concreción.


¡Basta ya!. Esta fanfarria es un sinsentido. Hablemos con propiedad y nuestro discurso contendrá la propiedad y coherencia merecidas.

Checha, 11 de febrero de 2018

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