OLVIDO
Olvido
ha superado la cincuentena y ahora lamenta haber olvidado tantas y
tantas cosas, tantas y tantas fechas, tantos y tantos
acontecimientos, tantos y tantos conocimientos.
No
lo lamentes, Olvido, que dioses son olvido y memoria. Y tu naturaleza
es sabia, es la savia de un no-me-olvides, la conjunción de posos de
tés dulces y amargos ofrecidos por la vida, unos disfrutados, otros
tragados y otros hasta vomitados.
¿Qué
es lo que quieres recordar, Olvido?, ¿aquél cálido abrazo que
encendió tus heladas cenizas tremulantes?, ¿acaso el día, la hora,
el minuto, el segundo en que perdiste un pie?. Recuerdas que lo
perdiste, todos los días, cuando agarras el bastón para levantarte. Pero sabes también que caminas. ¿Qué importa acaso aquél
minuto, guardado en expedientes, fichas, palabras, letras..?.
Implacable
e imprescindible memoria, por sabia, dulce y necesario olvido, por
compañero. Siempre juntos, siempre eternos.
Con
polvo de estrellas depura el olvido sin intención, en suave
devenir, recuerdos ya trasnochados, recuerdos que no necesitan ser
recordados porque deben morir, ser sustrato de un nuevo brote de
no-me-olvides a la espera, que será recordado u olvidado sin
imposiciones. Su nombre suplica permanencia, pero la permanencia es
azarosa, o quizás mecanismo de defensa de perfecto engranaje
destinado a armonizar, sembrar, apreciar o despreciar al recuerdo.
Y
Olvido eres tú, la esencia destilada y purificada de antiguos
avatares.
¡Nunca
olvides recordar la memoria que te hizo!, Olvido.
Checha,
13 de noviembre de 2014
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