lunes, 6 de mayo de 2013

BRECHT, LA VIDA DE GALILEO


BERTOLD BRECHT, LA VIDA DE GALILEO

“La ciencia comercia con el saber, con un saber ganado por la duda. Proporcionar saber sobre todo y para todos, eso es lo que pretende, y hacer de cada uno un desconfiado. Ahora bien, la mayoría de la población es mantenida en un vaho nacarado de supersticiones y viejas palabras por sus príncipes, sus hacendados, sus clérigos, que sólo desean esconder sus propias maquinaciones. La miseria de la mayoría es vieja como la montaña y desde el pulpito y la cátedra se manifiesta que esa miseria es indestructible como la montaña. Nuestro nuevo arte de la duda encantó a la gran masa. Nos arrancó el telescopio de las manos y lo enfocó contra sus torturadores. Estos hombres egoístas y brutales, que aprovecharon ávidamente para sí los frutos de la ciencia, notaron al mismo tiempo que la fría mirada de la ciencia se dirigía hacia esa miseria milenaria pero artificial que podía ser terminantemente anulada, si se los anulaba a ellos. Nos cubrieron de amenazas y sobornos, irresistibles para las almas débiles. ¿Pero acaso podíamos negarnos a la masa y seguir siendo científicos al mismo tiempo? Los movimientos de los astros son ahora fáciles de comprender, pero lo que no pueden calcular los pueblos son los movimientos de sus señores. La lucha por la mensurabilidad del cielo se ha ganado por medio de la duda; mientras que las madres romanas, por la fe, pierden todos los días la disputa por la leche. A la ciencia le interesan las dos luchas. Una humanidad tambaleante en ese milenario vaho nacarado, demasiado ignorante para desplegar sus propias fuerzas no será capaz de desplegar las fuerzas de la naturaleza que vosotros descubrís. ¿Para qué trabajáis? Mi opinión es que el único fin de la ciencia debe ser aliviar las fatigas de la existencia humana.












Si los hombres de ciencia, atemorizados por los déspotas, se conforman solamente con acumular saber por el saber mismo, se corre el peligro de que la ciencia sea mutilada y que vuestras máquinas sólo signifiquen nuevas calamidades. Así vayáis descubriendo con el tiempo todo lo que hay que descubrir, vuestro progreso sólo será un alejamiento progresivo de la humanidad. El abismo entre vosotros y ella puede llegar a ser tan grande que vuestras exclamaciones de júbilo por un invento cualquiera recibirán como eco un aterrador griterío universal. Yo, como hombre de ciencia tuve una oportunidad excepcional: en mi época la astronomía llegó a los mercados. Bajo esas circunstancias únicas, la firmeza de un hombre hubiera provocado grandes conmociones. Si yo hubiese resistido, los estudiosos de las ciencias naturales habrían podido desarrollar alga así como el juramento de Hipócrates de los médicos, la solemne promesa de utilizar su ciencia sólo en beneficio de la humanidad.”


HEINRICH BÖLL

El honor perdido de Katharina Blum 
Sra. Castro 06/abril/2007 Reseñas
Katharina Blum es una joven formal, trabajadora, que ha salido adelante después de sufrir una infancia difícil y un matrimonio desafortunado. Gracias a su laboriosidad ha logrado construirse una posición desahogada, trabajando como empleada doméstica de varias familias adineradas.

En una fiesta conoce a un tipo con el que pasa la noche, pero a la mañana siguiente la despierta la policía: su amante es un hombre buscado por robo y asesinato que ha logrado escapar del cerco de la justicia, por lo que se acusa a Katharina de ser su cómplice y se la somete a distintos interrogatorios.

Cierto tipo de prensa se abalanza sobre la suculenta noticia, a la que de todos modos consiguen sacar más jugo a base de alterar la verdad y falsear hechos y declaraciones. Haciendo leña del árbol caído, adulteran la realidad sin importarles arruinar la vida de una persona honrada y la de las personas que la rodean. Katharina Blum acabará de verdad convirtiéndose en culpable cuando, desesperada al ver la ruina en que han logrado convertir todo aquello por lo que ella ha luchado, mate al periodista que hizo de su historia un asunto de primera plana.

Heinrich Böll quiso con esta breve novela criticar la práctica de un tipo de periodismo sin escrúpulos y a la sociedad que la consiente y alienta. Un periodismo en el que no importa adulterar la verdad y destrozar la vida de personas inocentes, para complacer la avidez de lectores deseosos de tener en la picota a alguien a quien lapidar. Si la persona de la que la prensa se ocupa es una persona honrada, proba y respetable, el público se siente aún más satisfecho de verla en el fango, pues ha caído desde más alto. Por su parte, los periodistas no sienten compasión alguna de las personas cuyo nombre arrastran por el lodo y consideran la mentira como una parte más de su trabajo, que llevan a cabo sin darle demasiada importancia, sin pensar en las consecuencias que para otros tendrán y sorprendidos de que, aquellos a quienes calumnian, no se sientan agradecidos por las portadas que les regalan.

Böll levantó ampollas con la publicación de esta novela en 1974, pues para la sociedad alemana de la época no era difícil reconocer en el PERIÓDICO, como denomina en la obra a la publicación que arremete contra la joven Katharina, al diario alemán Bild-Zeitung, que se servía de las mismas prácticas poco éticas.

Hoy en día, sin embargo, la novela ya no impresiona especialmente. La narración es ligera y el lector sigue con interés los avatares de la joven Blum, pero en ningún momento se logra hacer sentir que la situación sea tan desesperada o dramática que justifique ese desenlace fatal. Por otra parte, si bien es cierto que ese periodismo se sigue dando, no es menos cierto que hoy Katharina Blum hubiera sacado mejor partido de la situación. Pues pocos hay capaces de resistirse a la tentación de aparecer en portada, aunque sea a costa del propio honor.
(DEL BLOG SOLOLIBROS)

Checha, 6 de mayo de 2013

7 comentarios:

  1. En la anotación correspondiente en el
    Diario [1-XII-1945] Brecht escribe un prólogo para la obra, que no figura en las
    ediciones posteriores y que prueba la influencia que había de tener el inicio de la
    era atómica en la fase final de esta versión de la obra. El prólogo dice así:
    Estimado público de esta ancha avenida
    hoy entraréis en un mundo de elipses y medidas
    y aquí someteremos a vuestra visión crítica
    la hora y circunstancias en que nació la física,
    os mostraremos la vida de Gaileo Galilei,
    leyes de gravitación en pugna con la gratia dei
    la lucha de la ciencia contra la autoridad
    al cruzar los umbrales de una Nueva Era.
    Veréis a la ciencia joven, ardiente y vital,
    testigos seréis de su pecado original
    y sabréis por qué perdió toda su dignidad
    de ama de la naturaleza y se prostituyó a la sociedad.
    Y no contenta con reducirse a simple mercancía
    incurrió en un error más grave todavía.
    Alejada del pueblo, inasible, prohibida,
    no ayudo al hombre sencillo: le complicó la vida
    Y estos fenómenos, por cierto, no han perdido vigencia
    ¡Mirad , si no, lo que hoy está ocurriendo con la ciencia!
    Por eso esperamos que seáis todo oídos
    no por mérito nuestro; sí por el tema elegido.
    Pues ha llegado la hora de aprender la lección
    hoy la bomba atómica ha entrado en acción

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  2. Pasamos, cambiando de patria más a menudo que de zapatos,

    a través de la guerra de clases, perplejos

    cuando sólo había y no gritería.

    Y, sin embargo, sabemos:

    el odio hasta contra la degradación,

    deforma las facciones.

    La ira, hasta contra la injusticia,

    enronquece la voz. Oh, nosotros

    que queríamos preparar el terreno para la amistad,

    no podríamos mostrarnos amistosos.

    Pero vosotros, cuando las cosas hayan llegado tan lejos

    que el hombre le ayuda al hombre,

    tenedlo en cuenta cuando penséis en nosotros.


    B. Brecht (Fragmento de “A nuestros sucesores”)

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  3. GALILEI. — Sí. (Secándose.) Es lo que también yo sentí cuando vi el armatoste por primera vez. Algunos lo sienten. (Le tira la toalla a Andrea para que le frote la espalda.) Muros, anillos e inmovilidad. Durante dos mil años creyó la humanidad que el Sol y todos los astros del cielo daban vueltas a su alrededor. El Papa, los cardenales, los príncipes, los eruditos, capitanes, comerciantes, pescaderas y escolares creyeron estar sentados inmóviles en esa esfera de cristal. Pero ahora nosotros salimos de eso, Andrea. El tiempo viejo ha pasado y estamos en una nueva época. Es como si la humanidad esperara algo desde hace un siglo. Las ciudades son estrechas y así son las cabezas. Supersticiones y peste. Pero desde hoy no todo lo que es verdad debe seguir valiendo. Todo se mueve, mi amigo. Me alegra pensar que la duda comenzó con los navíos. Desde que la humanidad tiene memoria se arrastraron a lo largo de las costas, pero de repente las abandonaron y se largaron a todos los mares. En nuestro viejo continente se ha comenzado a oír un rumor: existen nuevos continentes. Y desde que nuestros navíos viajan hacia ellos se festeja por todas partes que el inmenso y temido mar es un agua pequeña. Desde entonces ha sobrevenido el gran deseo: investigar la causa de todas las cosas, por qué la piedra cae al soltarla y por qué la piedra sube cuando se la arroja hacia arriba. Cada día se descubre algo. Hasta los viejos de cien años se hacen gritar al oído por los jóvenes los nuevos descubrimientos. Ya se ha encontrado algo pero existen otras cosas que deben explicarse. Mucha tarea espera a nuestra nueva generación.
    "En Siena, de muchacho, observé cómo unos trabajadores reemplazaban, luego de cinco minutos de disputa, una costumbre milenaria de mover bloques de granito por una nueva y razonable forma de disponer las cuerdas. Fue allí donde caí en la cuenta: el tiempo viejo ha pasado, estamos ante una nueva época. Pronto la humanidad entera sabrá perfectamente dónde habita, en qué clase de cuerpo celeste le toca vivir. Porque lo que dicen los viejos libros ya no les basta, porque donde la fe reinó durante mil años, ahora reina la duda. El mundo entero dice: sí, eso está en los libros, pero dejadnos ahora mirar a nosotros mismos. A la verdad más festejada se le golpea hoy en el hombro; lo que nunca fue duda hoy se pone en tela de juicio, de modo que se ha originado una corriente de aire que ventila hasta las faldas bordadas en oro de príncipes y prelados, haciéndose visibles piernas gordas y flacas, piernas que son como nuestras piernas. Ha quedado en descubierto que las bóvedas celestes están vacías y ya se escuchan alegres risotadas por ello.

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  4. Acerba crítica social de Heinrich Böll a los procedimientos amarillentos de la prensa, a la justicia y a la vorágine social creada en torno a un suceso falseado desde un poder hipócrita que se mueve por intereses propios (principalmente económicos) más allá de la expresión objetiva de la noticia. Notable diatriba contra el sensacionalismo y la deshumanización profesional.

    Leamos un breve fragmento:


    El caso de Katharina Blum, en vista de la actitud de la acusada y de la difícil posición de su defensor, doctor Blorna, aparecerá, de todos modos, más o menos ficticio, y ciertas pequeñas incorrecciones, como las que cometió Hatch, resultan entendibles y hasta cierto punto disculpables.
    No hace falta mencionar aquí las fuentes secundarias, unas de mayor y otras de menor importancia, ya que el propio informe demostrará sus vínculos, enredos y confusiones, y pondrá de manifiesto la consternación que produjeron.....

    Los hechos, que deberían conocerse en primer lugar son brutales. El miércoles 20 de febrero de 1974, en vísperas de carnavales, una mujer joven de veintisiete años abandona su piso con la intención de acudir a una fiesta privada.
    Cuatro días después, tras unos hechos dramáticos, la noche del domingo, llama a la puerta de la vivienda del comisario de la policía criminal, Walter Moeding. La mujer declara que ha matado al periodista Werner Tötges......................

    Ir a la biografía de Heinrich Böll

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  5. La protagonista, cuya historia está basada en un hecho real, tiene total seguridad moral y no parece sentir ningún remordimiento después de haber disparado contra el periodista gráfico que, recurriendo a la manipulación, no dudó un solo momento en destrozar su vida privada. Mentiras, difamaciones y calumnias se extienden en un caso como éste con mucha mayor facilidad que la verdad.

    Ingenua, algo romántica e inteligente, Katharina Blum es tan extremadamente sensible en relación con el sexo, que casi roza la mojigatería. Y, sin embargo, es una de esas raras mujeres que son capaces de amar a un hombre más allá de las convenciones sociales. Se entrega con la mayor espontaneidad. Katharina se enamora de un fugitivo de la justicia, sospechoso sin prueba alguna de ser un terrorista. Y la sociedad, como es de esperar, le hace pagar por ello. A partir de entonces será acusada de ser su cómplice. La prensa, la policía y la justicia se unirán para destrozar su reputación, hasta hacer de su vida un infierno.

    Silenciosa y discreta, Katharina tiene el valor de regirse por su propio código moral, un sistema de valores que se funda en unas normas propias, no escritas, ni heredadas. Posee además dos cualidades mortales: la lealtad y el orgullo, esa integridad tan difícil de encontrar, que puede resultar extremadamente peligrosa por ser tan pocos los seres humanos que la poseen o que siquiera saben valorarla. Katharina vive en éste y a su vez en otro mundo, ignorado por los demás, inaccesible para la mayoría.


    «Pasan demasiadas cosas en primer plano, pero no sabemos nada de lo que ocurre en un segundo plano», afirma el narrador.

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  6. “-Sí –admitió Katharina Blum, y desde aquel momento levantaron acta de su declaración, que quedó archivada-; eso es cierto. Representa, según un cálculo aproximado que he hecho, casi veinticinco kilómetros diarios. Nunca lo he pensado ni tampoco he reparado en el gasto. A veces, me sentaba al volante y corría sin rumbo fijo; quiero decir, que yo viajaba en cualquier dirección sin haber previsto nada: al sur, hacia Coblenza, o al oeste, hacia Aquisgrán o el Bajo Rin. No todos los días; me resulta imposible precisar cuántas veces y con qué intervalos. Por regla general, cuando llovía, después de terminar el trabajo y cuando me sentía sola. No, rectifico mi declaración: única y exclusivamente cuando llovía. No sé bien por qué. A veces, cuando no me correspondía acudir a casa de los Hiepertz y no tenía ningún trabajo especial, a las cinco ya estaba en casa sin nada que hacer. No siempre me apetecía ir a ver a Else, sobre todo desde que ella mantiene amistad con Konrad, e ir al cine tiene sus riesgos para una mujer sola. En ocasiones, me he sentado en una iglesia, no por motivos religiosos, sino porque allí hay tranquilidad, pero, en los últimos tiempos, también en las iglesias se meten con una, y no solamente los seglares. Desde luego, cuento con algunos amigos: por ejemplo, Werner Klormer, a quién compré el Volkswagen, y su señora, y también otros empleados de la empresa Kloft, pero es bastante difícil, y por lo general penoso, presentarse en casa de esas personas así, por las buenas. De modo que yo prefería sentarme al volante, poner la radio y el motor en marcha y correr siempre bajo la lluvia, y preferentemente por carreteras arboladas. A veces, me llegaba hasta Holanda o Bélgica, bebía un café o una cerveza y luego regresaba. Sí. Ahora que usted me pregunta lo veo claro. Si debo precisar cuántas veces, yo diría que dos o tres al mes; a veces más o acaso menos. Las salidas duraban horas. Por último, yo regresaba a casa cansadísima, alrededor de las nueve o las diez, e incluso cerca de las once. Es posible que la causa de mi conducta fuera el miedo; ¡conozco a tantas mujeres solteras que se emborrachan cada noche solas ante el televisor!”.

    “... Tampoco queremos ocultar a nadie que Katharina dijo a la señora Woltersheim acerca de Götten:
    -Dios mío! Él ha sido, simplemente, el hombre que debía llegar, y con el que yo me hubiera casado y con quien habría tenido hijos... aunque hubiera tenido que esperar años hasta que saliera de la cárcel”.

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  7. “... En aquel momento, Katharina sacó dos números del PERIÓDICO de su bolsillo y preguntó si el Estado –tal es el término que empleó- no podía hacer nada para protegerla contra semejante inmundicia y para devolverle su buen nombre. Admitía que su interrogatorio estaba justificado, aunque no comprendía “por que debía entrar en tantos detalles”. Sin embargo, no acertaba a explicarse cómo algunos de esos detalles –por ejemplo, las visitas de caballeros- podían haber llegado a conocimiento del PERIÓDICO, y de dónde procedían aquellas declaraciones inventadas. En este punto intervino el fiscal Hach, quién manifestó que, naturalmente, a causa del enorme interés público del caso Götten, se había tenido que dar una explicación a los reporteros, aunque estaba aún por celebrarse una conferencia de prensa. Ésta, por otra parte, sería ya difícil de evitar, dada la excitación y el temos que había causado la fuga de Götten, que Katharina facilitara. Por lo demás, ahora, en virtud de su vinculación con Götten, se había convertido en un “personaje de actualidad” y, con ello, en objeto de un justificado interés público. Los detalles ofensivos y posiblemente difamatorios de la información podría convertirlos ella en materia de demanda judicial si llegaba a demostrarse que se habían producido “filtraciones” en la investigación. Sus responsables podían tener la seguridad de que presentarían una denuncia contra quien procediera, y de que defenderían los derechos de Katharina. A continuación, internaron a ésta en una celda. Renunciaron a la vigilancia excesiva. Sólo la acompañaba una joven asistente de policía, Renate Zündach, sin armas, quien más tarde declarón que, durante todo el tiempo –aproximadamente dos horas y media-, Katharina Blum no había hecho otra cosa que leer repetidas veces los números del PERIÓDICO. Rechazó el té y los bocadillos, no de forma brusca, sino “casi en tono amable y apático”. También rechazó todas las conversaciones sobre modas, cine, baile, etc., que Renate Zündach intentó iniciar.
    Entonces, para ayudar a la Blum, que se había enfrascado en la lectura del PERIÓDICO, la dejó por un momento al cuidado de su colega Hüften, y fue a buscar en el archivo informaciones de otros periódicos, que trataban de forma absolutamente objetiva las implicaciones del caso, el interrogatorio de la Blum y el posible papel de ésta en el asunto. Se trataba de noticias breves en tercera o cuarta página, en las cuales ni siquiera figuraba el nombre de la Blum, a la que simplemente mencionaban como una tal Katharina B., empleada de hogar. Por ejemplo, el periódico Umschau se limitaba a consignar una información de diez líneas, desde luego sin foto, en la cual se leía que una persona probadamente íntegra se había visto complicada en el asunto, lo que resultaba lamentable. Todo esto –la celadora le había mostrado un total de quince recortes de periódicos- no la consoló en absoluto. Katharina tan sólo manifestó:
    -¿Y quién lee esto? Todos mis conocidos leen el PERIÓDICO.”


    Fragmentos de la novela "El honor perdido de Katharina Blum" de Heinrich Böll
    Enlaces: IMDb Deutsches-filmhaus.de elmundo.es

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