Cae
suave, lenta,
monotonamente.
Ese
chasqueo levemente sonoro,
triste,
hipnótico,
que
destroza la espesura de la tierra
para
renovar su viveza,
fertilizar
su potencia,
activar
la grandeza
que
dijo adiós al estío,
muriendo
en
su canto a las nubes
salvadoras
de su brío.
Cae
como en susurro
de
gotas almibaradas,
ternura
verdeante.
Roza
el cristal y dibuja
hojas,
raíces, semblantes,
los
de aquel que mira
y
ve su vida deslizarse
al
capricho de una gota,
al
fluir enigmático y sombrío
que
un día cualquiera
se
diluirá en la ignota
ausencia
eterna,
sin
adioses,
suave,
lenta.
Checha,
20 de abril de 2019
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