martes, 2 de abril de 2019


Junco




Te apreté entre mis dedos,
tensos y enervados,
queriendo exprimir
tu savia, tus tallos,
hacerlos míos,
robarlos.

Viré lentamente tu brío,
que tierno y descuidado,
cedió a mi desvarío,
y cuanto más giraba,
más se doblaba tu estampa,
erguida y difuminada
entre los cauces del río.

Doblaba, plegaba,
cedías, cedías, cedías.

Ego ya entusiasmado
que trataba de imponer,
su voluntad terca y empecinada
sobre tu ser frágil, mutante,
más fuerte y firme
como ese varal resistente
al que acudir
en las penas,
en los frentes.

Tocó el suelo tu fina aguja,
mi alma ingrata regocijada,
pensó, muerto, derrotado.

Más muy despacio, muy tardo,
recobró su antiguo estadio,
y luciendo más lozano.

Tragéme yo mi querencia
de doblegar lo doblado,
de trastocar con vehemencia
lo que vive…
lo que deja vivir…
sin violencia
con agrado.

Checha, 2 de abril de 2019


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