Junco
Te
apreté entre mis dedos,
tensos
y enervados,
queriendo
exprimir
tu
savia, tus tallos,
hacerlos
míos,
robarlos.
Viré
lentamente tu brío,
que
tierno y descuidado,
cedió
a mi desvarío,
y
cuanto más giraba,
más
se doblaba tu estampa,
erguida
y difuminada
entre
los cauces del río.
Doblaba,
plegaba,
cedías,
cedías, cedías.
Ego
ya entusiasmado
que
trataba de imponer,
su
voluntad terca y empecinada
sobre
tu ser frágil, mutante,
más
fuerte y firme
como
ese varal resistente
al
que acudir
en
las penas,
en
los frentes.
Tocó
el suelo tu fina aguja,
mi
alma ingrata regocijada,
pensó,
muerto, derrotado.
Más
muy despacio, muy tardo,
recobró
su antiguo estadio,
y
luciendo más lozano.
Tragéme
yo mi querencia
de
doblegar lo doblado,
de
trastocar con vehemencia
lo
que vive…
lo
que deja vivir…
sin
violencia
con
agrado.
Checha,
2 de abril de 2019
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