Vulneración
sistemática de los derechos humanos en pacientes psiquiátricos. Una
historia real
La
explicación que aquí os daré me revuelve las entrañas, aunque no
es estrictamente mía, está avalada por múltiples organizaciones y
plataformas defensoras de los derechos humanos. Ha
sido puesta de manifiesto en un informe conjunto de la organización
mental Health Europe y de la universidad de Kent-Tizard de Reino
Unido.
No
obstante, en casi ningún país son de aplicación estas normativas
que aliviarían y desestigmatizarían a este tipo de pacientes.
Podría
ser muy exhaustiva, pues conozco muy de cerca la situación, por una
paciente pariente mía, que sufrió todo tipo de vejaciones, pero me
limitaré, por razones de espacio, a exponer lo más básico.
Derecho
a la vida
Hay
pacientes que quisieran morir antes de estar encerrados en un centro
psiquiátrico, y esto constituye un trauma del que no se desharán
jamás.
Derecho
a la libertad
No
se puede forzar a ningún paciente a entrar en un centro psiquiátrico
en contra de su voluntad, a no ser que su dolencia generase
agresividad y peligro público.
El
paciente psiquiátrico no es un tonto, tiene una dolencia soslayable
con pastillas, terapias de grupo, etc, que no implican un forzoso
internamiento que él vivencia como un infierno.
Derecho
a la justicia
Los
jueces que pasan por los psiquiátricos no escuchan en absoluto al
paciente. Le dedican menos de dos minutos. Cumplen un mero trámite,
fiándose en absoluto de los profesionales médicos que tomaron la
decisión del ingreso.
Derecho
a la no discriminación
Hay
una normativa en los hospitales psiquiátricos que todo paciente se
ve obligado a leer y asumir. Sin embargo, no hay separación entre
pacientes que muestran agresividad y pacientes que no la muestran. El
secreto está en la etiqueta que le haya puesto el psiquiatra a cada
paciente. Todo esto implica que el paciente se ve discriminado
respecto a otros pacientes sin saber por qué.
Un
paciente no agresivo al que se le prohíbe el uso de bolígrafos,
cinturones, pertenencias íntimas, pinzas de depilar o un simple
lápiz de ojos, no puede entender ni asumir que otros pacientes
utilicen estos enseres pese a la normativa.
Derecho
al contacto humano
Un
paciente psiquiátrico tiene terminantemente prohibido tocar a otro
paciente.
Desolado,
triste, angustiado, necesita contacto humano, un poco de cariño para
aliviar sus penas.
Derecho
a la palabra, a la voz
Cualquier
queja , palabra o simple expresión de un paciente psiquiátrico es
tomada como la de un “loco”, y puede ocurrir que sea la idea más
cuerda que se haya podido manifestar jamás.
Mi
pariente gritó a los cuatro vientos que su compañía no pertenecía
al hospital que le habían asignado, y le hicieron caso omiso. Cuando
salió tuvo que pagar 14.000 euros por la estancia en el hotelito,
que no le han sido devueltos. Un nuevo aguijón a añadir al
sufrimiento.
Derecho
a la medicación adecuada.
La
paciente a la que me refiero se quedó sorda allí por una sinusitis,
otitis, bronquitis y más itis. Le prescribieron unas gotas que en el
psiquiátrico no le administraban con la excusa de no encontrarlas. A
las tres semanas de estancia allí le dijo al psiquiatra: no moriré
de locura , pero sí de este proceso sinusítico que me esta matando.
Derecho
a la intimidad
Un
paciente psiquiátrico puede tener necesidad de recluirse en su
habitación, de estar enfermo y buscar calor, de no permanecer a la
intemperie todo el dia junto a mocosos y babosos, que, dicho sea de
paso le pueden dar asco y repulsión.
Derecho
a la ocupación
No
puede un paciente psiquiátrico no poder leer por ser perseguido por
otro paciente que le quita el libro. No puede estar desocupado todo
el día, sin más tarea que la de hablar con algún medio cuerdo que
encuentre. No puede estar deseando a que llegue la hora de la comida
para poder hacer algo productivo. No puede morir de aburrimiento.
Derecho
a no ser maltratado
Por
unas explicaciones en tono elevado con el médico, mi paciente fue
recluida en una habitación aislada, desnuda, crucificada de pies y
manos y sin esperanza alguna de salir de este trance. Un trato
vejatorio y denigrante que acentuó sus ansias de salir
inminentemente de aquel averno.
No
deseo extenderme más para no aburrir en estos relatos tan aburridos.
Sin embargo desearía fehacientemente que todos y cada uno de
vosotros tomarais conciencia de esta doble situación: que un
paciente psiquiátrico no es un loco, y que el ingreso en un
psiquiátrico puede ser la peor de las soluciones a sus dolencias.
Checha,
18 de noviembre de 2018
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