Mar
adentro
Desnuda,
con los brazos abiertos,
saboreando
la lucha del viento
contra
su desmadejado pelo,
lamiendo
gotas de sal
que
la empujan hacia el mar,
ruega
al cielo la escondida senda,
la
extirpación de la duda,
deseo
de que el instante
fuera
eterno,
salvaje,
armonizante.
El
rumor de las olas
hubiera
aprehendido
para
rugir sus temores
y
cantarle libre al viento
sus
más íntimos clamores,
desechar
rencores,
desdichas,
sinsabores,
renacer
cual primavera
en
el medio de las flores
de
ese inmenso océano,
cuya
dirección cualquiera
es
remanso y es marea,
apaciguado
descanso,
realidad
fuera de pliegues
de
farsas y tanto engaño,
que
hacen daño,
mucho
daño.
Desnuda,
ligera de equipaje
se
adentra en la mar abierta,
mar
adentro y adentro.
Una
flor de loto
fue
su último despojo.
Checha,
13 de noviembre de 2018
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