lunes, 10 de septiembre de 2018


D. Quijote, para no olvidar



Calla Sancho, amigo, que los molinos tenían dientes.

Y cuando marchas sin rumbo
a esos lugares inmundos y lejanos
con tu amigo regordete,
el de los pies en la tierra
y la mente en el presente,
a grupa de un rocín flaco
destartalado, tan incauto como tú,
con ideales de plata,
con ansias estrepitosas
de hacer bien al caminante,
de realizar desmesuras
para honrar la verdad pura.

Se apenan muchos de ti,
te creen orate y chalado,
hacen chanzas de tu espuma
salada como la mar,
tierna y llena de bravura
que lucha por manantiales
banales para aquel lego
que vaga en lo real que se esfuma
perece en lo cotidiano
y muere día tras día
brindando hacia un mundo vano.

Sigue caballero, sigue
con lo humano e inhumano,
que inhumanos son los sueños
que nos brindan el descanso,
y sin ellos solo viven
los robots y maquinarias
que ni sienten ni padecen
la dicha de recoger
a Dulcinea entre los zarzos.

Sancho Panza mira al cielo
y llora por ese suelo
que se desliza entretanto.

Checha, 10 de septiembre de 2018





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