D.
Quijote, para no olvidar
Calla
Sancho, amigo, que los molinos tenían dientes.
Y
cuando marchas sin rumbo
a
esos lugares inmundos y lejanos
con
tu amigo regordete,
el
de los pies en la tierra
y
la mente en el presente,
a
grupa de un rocín flaco
destartalado,
tan incauto como tú,
con
ideales de plata,
con
ansias estrepitosas
de
hacer bien al caminante,
de
realizar desmesuras
para
honrar la verdad pura.
Se
apenan muchos de ti,
te
creen orate y chalado,
hacen
chanzas de tu espuma
salada
como la mar,
tierna
y llena de bravura
que
lucha por manantiales
banales
para aquel lego
que
vaga en lo real que se esfuma
perece
en lo cotidiano
y
muere día tras día
brindando
hacia un mundo vano.
Sigue
caballero, sigue
con
lo humano e inhumano,
que
inhumanos son los sueños
que
nos brindan el descanso,
y
sin ellos solo viven
los
robots y maquinarias
que
ni sienten ni padecen
la
dicha de recoger
a
Dulcinea entre los zarzos.
Sancho
Panza mira al cielo
y
llora por ese suelo
que
se desliza entretanto.
Checha,
10 de septiembre de 2018
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