La
mariposa
Caminaba
hacia allí,
donde
los huesos refulgen
y
todo huele a acre,
donde
no hay mas vida
que
la de los bichos saciados
deambulando
para libar
la
muerte tan rimbombante
o
tan callada y pestilente.
Se
posó una mariposa
en
su hombro desnudo,
grande
y esplendorosa,
de
colores vivos, estridentes,
que
aleteaba desganada
como
si su único rumbo
se
hallara ahí, en la nada.
La
miró muy asombrado,
un
ser liviano y alado
había
elegido su cuerpo
para
dar fuerza a su hastío,
quizás
para elegir camino
o
resolver su destino.
Quieto
se quedó pensando
en
la inconstancia del mundo,
en
esa vida tan breve,
obligada
a decidir,
o
saber a donde ir.
Y
voló la mariposa,
él
sonrió, la miró,
el
instante comprimido,
breve
y liviana,
no
pudo pensar en otra cosa.
Checha
26 de junio de 2018
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